El «Decálogo del Letrado» es un orden de conducta y ética que impone reglas doctrinales y expertos o corporaciones a los abogados en el ejercicio de su profesión. En América latina es popular el “Decálogo del Letrado”, escrito por el célebre jurista uruguayo Eduardo Couture, quien fue incorporado al “Instituto de Abogados de Lima” como Integrante de Honor en 1951.
Piensa:
«El derecho se aprende con el estudio, pero se ejerce con el pensamiento.»
Esta afirmación nos comunica que de nada serviría estudiar por estudiar, lo que es necesario es estudiar y meditar al tiempo para lograr ejercer la profesión.
¿Qué es el Decálogo del Letrado?
El Decálogo del Letrado es un grupo de reglas morales y de conducta que los abogados tienen que proseguir en el ejercicio de su profesión. Y como observaremos ahora, hay múltiples ediciones del Decálogo del Letrado.
Eduardo Juan Couture Etcheverry fue un jurista uruguayo nativo de 1904 que se desempeñaba como instructor de Derecho Procesal en la Facultad de la República. Fue Decano de la Capacitad de Derecho y Ciencias Sociales, presidente del Instituto de Abogados y directivo de la Gaceta de Derecho, Jurisprudencia y Administración.
En su célebre libro Iniciación a la profesión de letrado (, el jurista francés Jean Moliérac piensa sobre los valores que distinguen al profesional del derecho. Partiendo del carácter ético que caracteriza la vida jurídica, el Creador nos paginas con toda clase de consejos para hacer mas fuerte nuestras convicciones y hacernos acordar la relevancia y hermosura de nuestra profesion sobre el dificil negocio de la abogacia no colabora con la tarea del juez en verdad es partícipe de justicia
El arte de charlar bien no puede reducirse a la sola práctica de las expresiones: el letrado ha de saber qué interés por argumentar lo que quiere y después comprometerse a transmitirlo. precisamente, permanecerás leal en la explicación de los hechos y los vas a poner predisposición de todas y cada una de las inteligencias.
No hay límite al dominio del letrado: incluye las acciones humanas, sus deseos tal como sus temores, su furia, sus pasiones, sus bienestares y sus discusiones todas y cada una.
En el momento en que el letrado realice un acto para litigar o cumplir su función, como ayudar a un acusado en un despacho, va a deber portar la toga; es un signo aparente de nuestra dignidad y también independencia. Exactamente la misma gorra tiene exactamente el mismo concepto que muchas personas ahora se fué: el letrado está en su derecho a mantenerse tapado para recordarle a todo el que está cumpliendo su misión su independencia. La independencia es signo de una conciencia recta y se puede sintetizar diciendo que es el sentimiento del deber.
Es un espectáculo fantástico ver a abogados que han honrado su profesión en los siglos pasados, defendiendo valerosamente los excelentes derechos de la persona en las mucho más distintas situaciones y aun en tiempos en que el soberano aún no fué reconocido; con igual abnegación por cada desgracia.
La integridad es un deber escencial en nuestra profesión. La integridad medraba con los escrúpulos y, por de este modo decirlo, con el refinamiento, que no era el vulgar honor sino más bien la pureza de sentimiento. Integridad en los pensamientos, justicia en las expresiones, lealtad en las acciones, pues el letrado cumple una misión fiable y debe cumplirla con honor.
Debemos resguardar los intereses de nuestros clientes del servicio con rigurosa atención, y sostener la máxima confidencialidad sobre su confidencialidad. Es esencial que el cliente logre tener una seguridad sin límites en su letrado, que no tema abrir su alma a su cliente y abandonarse a su fe.
En el momento en que litigamos, ejercitamos nuestra función, sin depender de absolutamente nadie, ni de los jueces ni de nuestros clientes del servicio y, menos aún, del poder.
Fraternidad, virtud suprema en todo cuanto significa de reacciones altruistas; Necesita mucho más que respeto mutuo, un enorme interés por el resto, la conciencia de no perderse nada y de haber hecho todo cuanto había que llevar a cabo. La fraternidad es un deber para con nuestros semejantes que han recibido exactamente la misma regla de vida; que Péguy llamó el honor del primer fuego.
No hay deber digno de atención y respeto que asumir que otros hombres se defienden frente a los tribunales, puesto que no hay ninguno en el que el carácter, la conciencia y el corazón trabajen mucho más, en el que el letrado aparece y se distribución durante más de un lado al tiempo; No es una independencia violada, un derecho irreconocible, una conciencia herida, los que confían en el derecho a proteger: no hay justicia sin ella.
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